CENTRO ECUATORIANO DE TEOTERAPIA INTEGRAL

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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Devocional Diario 1

La familia y la fe
“El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive, y creyó él con toda su casa” (Juan 4:53)

PASAJE COMPLEMENTARIO: Juan 4:46-54, Génesis 26:1-5; Éxodo 2:23-25

Cuando estemos convencidos de la importancia de la ayuda de Dios en aquellas cosas que no logran resolver ni el dinero, ni la fama, ni la ciencia, ni nada de lo que ofrece el mundo, y especialmente aquellas situaciones que tienen que ver con lo que tanto amamos; entenderemos que lo que verdaderamente necesitamos para ver un milagro, es la fe en Dios.

Hay muchos testimonios y enseñanzas en la Palabra de Dios, de personas que fueron sanadas de enfermedades de toda clase, personas que estaban muertas y volvieron a la vida, otros azotados por demonios, etc. Estos hechos demuestran el poder sobrenatural de Dios, haciéndonos entender que para Él no hay nada imposible.

Tal fue el caso del hijo de un oficial que cayó gravemente enfermo; este oficial, llegó hasta donde Jesús estaba, para pedirle que sanara a su hijo, quien estaba a punto de morir. Las palabras alentadoras que escuchó de Jesús fueron: “regresa a tu casa, tu hijo vive”; este hombre creyó que Jesús había sanado a su hijo, y efectivamente así sucedió. Las palabras de Jesús fueron lo suficientemente convincentes para llenar de fe el corazón de este padre angustiado.

Tal fue la fe que se apoderó de este hombre, que toda su familia creyó en Jesús; he aquí el impacto que puede generar un hombre en su familia, cuando pone su mirada en Dios, entendiendo que “al que cree todo le es posible”. Aquí tenemos la fe de un padre que le creyó a Dios, y esa fe, hizo que toda su familia creyera y pusiera su confianza en el único y verdadero Dios.

La fe trae respuestas a necesidades de nuestra familia, que nadie más puede suplir. Por tanto, el mayor bien que hoy podemos hacer como padres por nuestros hijos, es acercarnos a Jesús, con una fe inquebrantable que nos lleve a vivir de tal manera que nuestros hijos encuentren en nosotros el mejor ejemplo a seguir y un verdadero modelo digno de imitar.

Dios siempre tiene un mensaje de consuelo y esperanza para todo padre que reconozca que en sus propias fuerzas no puede asegurar el cuidado o el bienestar de sus hijos y se acerque humildemente a su Padre Dios para recibirlos de su mano.

¿Está usted confiando en Dios para la felicidad y el bienestar de sus hijos?

HABLEMOS CON DIOS:

“Señor hoy te ruego que me des un corazón humilde para reconocer que todo el amor que le tengo a mis hijos no es suficiente para protegerlos y guardarlos del peligro y sufrimientos. Te necesito a Ti, eres mi más grande seguridad. Enséñame a ser el hijo que Tú deseas, que te honre, que te obedezca, que te sirva. Así seré el padre que Tú quieres, el que mis hijos y mi familia necesitan. Gracias porque ahora si sé como cuidarlos, cómo hacerlos felices y proporcionarles seguridad. Amén.”

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